Ashley Gearhardt, psicóloga, sobre los ultraprocesados: "Están luchando contra productos industriales diseñados para impactar el cerebro como una droga de forma rápida, intensa y repetida"
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¿Y si los ultraprocesados fueran algo más que comida tentadora? Un nuevo estudio liderado por la psicóloga Ashley Gearhardt, de la Universidad de Michigan, apunta a que estos productos —como refrescos, galletas o snacks— podrían ser adictivos en sentido clínico. La investigación, publicada en Nature Medicine, analiza casi 300 estudios en 36 países y concluye que generan respuestas en el cerebro similares a las de sustancias como el alcohol o la cocaína. Se han detectado antojos intensos, pérdida de control y consumo persistente. Para los expertos, ignorar esta evidencia supone un riesgo grave para la salud pública global.
Gearhardt subraya que la reacción del cerebro frente a estos productos no es casual, sino consecuencia directa de su diseño industrial. “La gente no se vuelve adicta a las manzanas”, señala. “Están luchando contra productos industriales diseñados para impactar el cerebro como una droga de forma rápida, intensa y repetida”. Estudios de neuroimagen muestran que quienes consumen estos alimentos compulsivamente presentan alteraciones cerebrales comparables a las de adicciones al alcohol o la cocaína. Incluso se ha comprobado que medicamentos que reducen el deseo por ultraprocesados también disminuyen el consumo de drogas, lo que sugiere mecanismos neurobiológicos compartidos.
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La preocupación ha llegado ya a las instituciones. En Estados Unidos, el Congreso ha debatido el impacto de estos productos en el aumento de enfermedades crónicas infantiles. Además, una demanda presentada en Filadelfia en 2024 acusa a once grandes empresas alimentarias de desarrollar y promocionar alimentos adictivos dirigidos a menores. Como respuesta, la FDA y los Institutos Nacionales de Salud (NIH) han lanzado una iniciativa conjunta inspirada en la regulación del tabaco, con el objetivo de aplicar la ciencia de las adicciones al sistema alimentario actual.
Los autores reclaman que la adicción a los ultraprocesados reciba el mismo reconocimiento clínico que otras adicciones. Denuncian que trastornos como el consumo de cafeína han sido aceptados en el DSM con menos respaldo científico. Proponen financiar más investigaciones, establecer restricciones a la publicidad dirigida a menores y desarrollar campañas de concienciación pública. “No toda la comida es adictiva”, insiste Gearhardt. “Pero muchos de estos productos sí están diseñados para serlo. Y si no lo reconocemos, seguiremos fallando a quienes más lo necesitan”.
El Confidencial